NAVAL: LAS SALINAS.

A pesar de que me sabía a cuerno quemado cambiar de planes, a petición de Eleniten (dice su madre que somos los dos igual de cabezudos...), que está estos días en casa con Oskar (santo varón donde los haya...), nos fuimos anteayer a pasar el día a las Salinas de Naval.
Baño en salmuera mañana y tarde, comida en el restaurante que no estaba del todo mal a pesar de los quince eurazos que te sacuden; más cara la entrada para poder bañarte, que te piden seis euros y por ese precio bien podrían limpiar un poquico el agua, que los insectos que caen en ella, al igual que yo, también flotan y hacen la plancha de lo salada que está.

Luego de comer, bien equipados de licorcitos y wiskyses, digestión a la sombra mientras, charra que te charra, me entretuve en este dibu que era lo que se veía mirando hacia el pueblo. Después otro ratito a remojo y a casa, que el día siguiente era día de escuela.

No diré en público que, a pesar del cabreo que al principio llevaba, lo pasamos bien, pero ya sabes que lo de ir a Sallent en verano vale muchos enteros.

Steadtler en Moleskine.