Pues eso, asi se ve el Palacio de Congresos desde la terraza de la cocina.
Me gusta más de noche que de día, a pesar de que, en mi opinión, iluminar la caja escénica me parece que desmerece y afea el conjunto hasta decir vale, máxime cuando el resto de la fachada parece un cielo estrellado con esas lucecitas sobre el tono gris pizarra guay-guay. Hay días que los hados del buen gusto, siguiendo mis instrucciones, hacen que el de mantenimiento se olvide de dar las luces de arriba y entonces queda un edificio bonito de verdad.
Pitt FaberCastell sobre Moleskine acuarelable.
NOTA DE CIERTA IMPORTANCIA: En la próxima entrada, la número 100, habrá sorpresa. Luego dirás aquello de "haaayquenomenteraooo...", seguro.
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