El finde de Heleniten para visitar a sus colegas hispanovieneses, de los que no voy a negar que a "Alguno" ya me está intrigando conocer, y su billete de AVE a la capital del reino, ha refrescado los recuerdos de mis viajes de trabajo en tren a Madrid y su paso, cerca ya de Guadalajara, por estos paisajes que tanto me fascinan, planos, inmensos, y que tan magistralmente describió Antonio Machado en su "Campos de Castilla", en los que se te pierde la vista, intentando dar fin a los mismos, no encontrando salvo el horizonte.
Curiosos estos madrileños, que llaman a sus montañas "la sierra", claro, luego vienen por aquí y se les queda la boca abierta mirando hacia arriba...
Lo único que rompe el campo: esas carrascas retorcidas, la sierra muy muy al fondo, y este palomar que saluda chulito al tren que pasa a toda pastilla, y que siempre me hace estar atento para verlo cuando ya casi el viaje se está acabando porque es de esas cositas, que aun sin tener importancia, estan a tu lado y no querrías que cambiaran nunca, que llevan ahi puestas tanto tiempo sólo para que sientas que todo sigue más o menos igual.
Un trozo de Arches, acuarelas Schminke y luego me decidí a probar un rotulador de esos calibrados de no me acuerdo de qué marca es porque esto lo pinté el verano pasado....bueno, no está mal. Por cierto, copia de foto: el tren pasa a escape, como para "ponte bien y estate quieta"...






Al mediodía y con un calor de justicia buscamos cobijo bajo las sombras de los árboles del otro lado del río. Unos bocatas, cerveza y fruta fresca sirvieron de frugal almuerzo, tras el cual casi todos sufrimos un desvanecimiento. El primero en recuperar la consciencia fuí yo, y por no molestar al resto, hice el apunte que estás viendo.
Lo de subir al castillo andando es broma, hay unas estupendas vagonetas; lo que si es verdad es lo del desvanecimiento: puedo asegurar que perdí la noción del tiempo y el espacio, no se que me pudo pasar... 


